En el invierno aquel, tan frío... un mar de árboles me abraza susurrando
nanas tristes. Los cendales de nieve juegan a las escondidas entre las
piedras. Yo dejé mi soledad en un páramo blanco y corrí hasta que mi voz
se tornó líquida; tras las montañas reza un espíritu: "Estías muertos,
¿lo sabíais?"
Sólo yo puedo escucharlo, pero mi garganta muda no responde.
Extrañamente, mis piernas no se mueven y se cierne sobre mí un remolino
de nubes de sueños. Se me han secado las lágrimas; hace tanto frío.
Un dragón de hielo sospecha: encoge sus alas y se echa a dormir en lo
alto de la montaña. Los puntos de luz que revolotean aquí y allá me
persiguen. El fantasma de voz profunda vuelve a hablarme.
"Estáis muertos antes de venir aquí, cuando os sentábais con vuestra soledad en los pasillos".
El eco repite sus palabras cien veces. Caigo al suelo porque mis pies ya
no soportan el peso de mi cuerpo y allí voy desapareciendo consumida
por el feroz invierno...
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