De A la luz de las estrellas o Poemas galácticos, II
Te busco. Te busco en los vacíos cuánticos de esta
noche sin fin, preguntándome una y otra vez el porqué de esta vida que se me
atraganta cuando intento respirar. Y en esa soledad infinita que transmite la
existencia se me muere el alma entre un sinfín de estrellas. Hay un agujero
negro de lamentos aciagos.
“Dicen que ha muerto”- oigo en el silencio, lento y
marchito. Y no sé si lo imagino o es real- “Que se lo tragó el sol, que nunca
pisó los anillos de Saturno ni recorrió Venus con la mirada”.
No sé si hablan del planetario, de mi entristecido sueño o de aquel que lloraba
entre cojines de seda. Yo sigo mi búsqueda de perlas doradas en el mar negro,
entre sílfides azules. Te busco.
Te fuiste y me dejaste el verano todo para mí, sin
ser mi deseo poseerlo ni cantarle nanas al oído, porque no era mi amante ni
nunca lo fue; yo siempre sentiré algo platónico, algo desmesurado por el
invierno gris. Pero navego entre trigales verdes tras la esperanza de lluvia que trae el
sendero: hay un polvo carmín como de sangre cuajada que revienta y revolotea, y
parece que salta alcanzando el cielo crepuscular. Hay un rumor de abejas. Es agosto; es agosto
y no sé si las casas duermen la siesta o soy yo quien cierra los ojos y huele a
cerezas y a melón. Este cielo no me gusta: es azul, casi de un azul imposible,
turquesa como un río recién nacido. Es una burla de Dios, este sol tan redondo
y este techo tan perfecto.
Yo te busco. Te busco en las olas, en el fresco del
agua del manantial y en los caminos estelares. Te veo reflejado en la sombra de
un perro viejo que sueña bajo un árbol. No sé si añoro tu nieve o tu tez de
plata; o quizás ambas cosas. Tú fuiste mi vida y ahora yo quiero devolvértelo
todo. Quiero volver a leer en tus ojos
que alguna vez me amaste.
¿Dónde estás, Invierno? ¿O es que te fuiste a otro
hemisferio, mal traidor, ciego esperpento? Yo te espero y te busco en las
noches sin luna, en el verano sordo.
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