domingo, 26 de febrero de 2012

Tu rebeldía


Poemas Galácticos, VI

Tu rebeldía fue capaz de apaciguar las furibundas tormentas solares. Me escribiste una carta contándome tu batalla, la sonrisa del barco en el poniente y la cara gris de la luna. Y ya no sé si te soñé en una mañana de crimen o es que estabas ahí mirándome desde la órbita plutónica.
Hoy tengo llena de poesía el alma sonora. Tengo un verso, dos, tres, y una corchea cantarina. En el calendario se suceden los milímetros henchidos de pena, y el reloj muestra mis pasos sobre el camino terroso.
¡Ay, soledad! ¿Qué te hice yo para que me condenaras con tu espada aciaga? No sino que el destino nunca me fue propicio; esperé con calma y llanamente la llamada de las estrellas sulfurosas. Brillaban tanto y con tanto ímpetu, esas luciérnagas del techo padre. Siempre creí que eran lamparitas de azufre infernal, llamas azulinas y tintineantes- nodrizas de hiel y acero.
Esas crueles. Ningunean la nada eterna, se piensan diosas inmortales mientras fecundan de candor el universo. Pero en realidad son tan mortales como una abeja ténebre o una tumba colmenera. Como un alma que se evapora en el silencio atigrado, ellas se funden con el negro noctular. 

No me parecen simientes de luz, sino cabalísticos anuncios de mortandad. Están ahí para recordarnos a nosotros, a la abeja y a la tumba que no tardaremos en sumirnos en la inconsciencia del estado último de la existencia.

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