martes, 14 de agosto de 2012

Hamlet, Acto Tercero, Escena I

Ser, o no ser: ésta es la cuestión; si es más noble sufrir en el ánimo los tiros y flechazos de la insultante Fortuna, o alzarse en armas contra un mar de agitaciones, y, enfrentándose con elllas, acabarlas. Morir, dormir, nada más, y con un sueño decir que acabamos el sufrimiento del corazón y los mil golpes naturales que son herencia de la carne. Ésa es una consumación piadosamente deseable: morir, dormir; dormir, soñar acaso: sí, ahí está el tropiezo, pues tiene que preocuparnos qué sueños podrán llegar en ese sueño de muerte, cuando nos hayamos desenredado de este embrollo mortal. [...]

William Shakespeare. 
Pues como habréis podido adivinar, ando leyendo tragedias shakesperianas. Ahora que tengo tiempo y que agosto es un mes pesadísimo, se me ha ocurrido coger un viejo libro que había en casa y echarle un vistazo. Y claro, la primera tragedia de la selección no podía ser otra que Hamlet, quizá la obra más conocida del dramaturgo inglés si no contamos El Sueño de una Noche de Verano. 
Esa historia que todos conocemos pero que muy pocos hemos leído- y que al igual que cuando comenzamos a leer el Quijote con ese inolvidable En un lugar de la Mancha, cuando llegamos al mítico To be or not to be, un escalofrío recorre nuestro cuerpo. Es como volver a encontrarse con un antiguo amigo. 
Por cierto, con respecto a la escena, Shakespeare no indica en ningún momento que el príncipe Hamlet esté sosteniendo una calavera entre sus manos mientras declama estas palabras. Pero claro, al tratarse de una reflexión sobre la muerte, suele representarse a Hamlet de esta manera. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario