Siempre he sido muy pesimista. Hacer que yo vea la luz al final del túnel es casi más difícil que que te toque la lotería.
Y entre tanta ira, odio, tristeza y negatividad, me he dado cuenta también de que siempre hay una luz que brilla como una estrella diminuta. Esa luz está en uno mismo, no en las cosas que se viven. Y hay que descubrirla. Y entonces me percaté de que quizás yo no sea tan pesimista como siempre he pensado.
Así nace uno de los pocos poemas optimistas y esperanzadores que he escrito.
Hoy quiero quitarme la carcasa nihilista.
Hoy, por primera vez, quiero ver la luz.
Y quiero ser esperanza.
Y ya que el espacio no nos da tregua,
tendremos que implorar al tiempo que lo arregle,
que nos dé nuestras cosas,
que nos deje vivir
y soñar en las acacias.
Hoy no soy feliz pero lo intento.
E intentarlo es ya suficiente.
Porque las cosas en las que creo
nunca bastan por sí solas.
Hoy quiero gritarle al mundo
que estoy dispuesto a cambiar.
Que puedo seguir creyendo en mí
y en nadie más.
Y creo que hoy espacio y tiempo se confabulan
y me dan mi ensoñación.
Y hoy soy hipérbole de mí mismo.
Exagerado, flamígero y absurdo.
Hoy quiero volar y vuelo
más allá del universo infinito.
Porque hoy, por fin, soy esperanza,
soy optimismo, soy luz,
soy yo.
soy yo.
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